4. Conclusiones y Reflexiones

Conclusiones

Revisado como ha sido los conceptos de máxima predicación (W,X,Y), sostenido por categorías de cualidades reiteradas, podemos aportar el siguiente conocimiento:

1.          El gobierno venezolano actuó de manera punible, al exponer los intereses territoriales en el territorio esequibo, por causa del propio beneficio.

2.          El gobierno británico actuó dentro del esquema del imperialismo parasitario, en el que existe una tenue separación entre los intereses del Estado, y los fines personales.

3.          El uso de la amenaza, la invasión, y los recursos legales de prescripción y prescripción adversa, fueron los recursos utilizados por gobierno británico para perfeccionar actos punibles y beneficios comerciales.

4.          El conflicto del esequibo fue el corolario de la lucha, entre dos bandas de forajidos, de distinta naturaleza, e iguales objetivos.

 

Reflexiones

Efectivamente, el despojo del esequibo fue en el fondo, el resultado de rivalidades entre ávidos accionistas, dueños de concesiones, funcionarios públicos nacionales y extranjeros, por quedarse con la parte más productiva de la región, que era donde se encontraban las minas del Callao.

La reivindicación territorial del Esequibo no fue el objeto principal de la controversia desatada entre los años del ciclo de oro guayanés (1867-1888), y el Laudo del 3 de octubre de 1899.

La consecuencia evidente, fue el despojo territorial por quienes tenían los medios militares de mayor eficacia, para hacer valer sus intereses comerciales.

Los actores en el caso objeto de nuestro interés, estuvieron interconectados de una u otra forma con las decisiones del gobierno británico, específicamente en la confección de nuevos mapas de la llamada máxima aspiración, donde incluyeron pueblos venezolanos.

Estas acciones fueron justificadas por varios principios, esgrimidos en el Laudo:

1.          Posesión adversa.

2.          El efecto jurídico de las explotaciones mineras, como prueba eficiente de control político sobre el territorio.

El imperialismo parasitario prosperó porque los actores del gobierno venezolano siguieron las normas de juego que establece el utilitarismo y la ética protestante, sumándole una detestable deformidad de carácter, manifestada en el saqueo a los bienes de la nación, sin importar las consecuencias, y a pesar de eso, pretender nacionalismos inicuos, que han tenido la misma pervivencia, que las estatuas que Guzmán Blanco mandó a erigir para su propia gloria.

Es una simpleza afirmar que, debido al poder militar de Gran Bretaña, nuestro país asistió con los pantalones descosidos al laudo arbitral, y unas gangosas proclamas al mundo, denunciando la injusticia cometida, en las que mendigaba solidaridad, una que nunca llegó.

Venezuela vivía en aquellos días, una era marcial, un país cuyo único oficio productivo, había sido la guerra por casi una centuria, atiborrado de generales alzados y retrecheros, pero incapaz de presentar un respetable poder disuasivo. Esto es más complejo de reflexionar en tan pocas líneas, pero la esencia mantiene su vigencia.  Para mayores corroboraciones, obsérvese el caso de Chile en aquellos mismos días: un país pobre, sin mayores recursos, pero con una marina de guerra con unidades respetables, y un disciplinado ejército. Estas cosas cuentan.

Resulta desmotivadora la siguiente reflexión: si Guzmán Blanco, en lugar de otorgar a su hija por concepto de dote, un millón de libras esterlinas, hubiera invertido esa importante cantidad, que no salió de los ahorros de sueldos acumulados ni mucho menos, en una cancillería profesional, en infraestructura, y en un poder militar disuasivo, entrenado, y dotado, sin necesidad de llevar al país a una guerra abierta, habría obtenido otro resultado en el laudo. La ley en general está del lado del que tiene cañones, y del que se hace respetable por sus esfuerzos por ser próspero. Sólo habría que leer historia clásica. Es una realidad.

Nuestra falta de fe en las posibilidades propias, nuestra magnífica individualidad, el valor de la audacia sobre la preparación, el hábito de matarnos entre nosotros mismos, y negarle méritos al enemigo político, ayuda a un demoníaco proceso iniciado por el gobierno británico, a finales del siglo XVIII, una retorcida conducta escondida bajo eufemismos políticamente correctos.

Si prestamos atención a la histeria colectiva desatada en Guyana en tiempos recientes, por causa de los yacimientos petroleros descubiertos mar afuera, y lo comparamos con lo sucedido en Venezuela entre 1866 y 1899, encontraremos condiciones de contorno tan iguales, que parece un calco con puntos y comas.

Sabemos lo que pasa y cómo pasa, podemos anticipar con amplias probabilidades de éxito, buena parte de los eventos, sin embargo, respondemos de la misma manera: repetitiva, autómata, y comprobadamente ineficaz.