LA CODICIA Y EL DESPOJO DE LA GUAYANA ESEQUIBA: lógica de primer orden en el contexto del imperialismo parasitario
LA CODICIA Y EL DESPOJO DE LA GUAYANA ESEQUIBA
Lógica de primer orden en el
contexto del imperialismo parasitario
Por: Jairo Bracho Palma
3. El utilitarismo y la doble moral
Parlamentarios y accionistas
Esta corriente filosófica, guía tradicional de la
política inglesa, entra en conflicto cuando el interés colectivo se mimetiza
con el de un reducido grupo asociado al poder, y cuando los fundamentos morales
sobre una buena o mala acción están invariablemente unido a los fines.
Es extensa la lista de miembros del gobierno británico, y demás figuras públicas involucradas en las compañías mineras formadas en Venezuela, luego de 1850. Nos proporciona una serie de reiteraciones íntimamente imbricadas a la emocionalidad, y lo que ello implica: codicia y manipulación. Una numeración exhaustiva de accionistas e intereses excedería los límites de este trabajo. Tomemos una muestra.
Tabla I Compañías y Accionistas de compañías mineras con operaciones en Venezuela |
|||
Año de creación |
Compañía |
Accionista |
Condición |
1887 |
New Chile Gold Mining Company |
Hugh Watt |
Parlamentario activo |
1889 |
British Guiana Land Expploration Syndicate |
Hugh Watt |
Parlamentario activo |
1880 |
Callao Bis |
Conde de Perth y Melford |
Noble |
Horatia Nelson |
Noble |
||
W. F. Nuthal |
General que sirvió en la India |
||
Henry Maiwering Dunstan |
Noble, descendiente de una antigua casa normanda |
||
R.F. Gladstone |
Familiar del varias veces primer ministro (1868-1874,1880-1885, 1892-1894) |
||
Alexander Ward |
Noble |
La mayoría de los mencionados fueron inversores que no
tenían la más mínima idea sobre exploraciones mineras, y sobre los cuales
debemos hacer mayores investigaciones. Con tan escasa muestra, no podemos
establecer una relación directa total entre éstos y los sucesos en el Esequibo,
salvo en casos emblemáticos, que no fueron pocos, en el que las relaciones
comerciales fueron utilizadas para permear los fines de Estado. Refirámonos al
relacionado con el parlamentario Hugh Watt.
El escocés Hugh Watt (1848 – 1921) representa en nuestro
trágico escenario de expolio y usurpación, el prototipo del oportunista avaro y
gorrón, con una evidente desconexión moral con las consecuencias de sus actos.
Una fea combinación entre intereses privados y la actuación política, jalonada
por las posibilidades de un pródigo rédito económico.
Manejó con habilidad esa incómoda doble moral anglosajona,
que tolera soterradas licencias, a sus servidores públicos. Una permisividad
que en cambio, ha sido considerada como gravísimo defecto entre la clase
política de las regiones semi - bárbaras,
como gustaban en calificar a Venezuela,
tal vez porque no guardaban las formas estéticas y las alianzas oportunas.
El tema de parlamentarios británicos, involucrados en
extensas propiedades coloniales no es nuevo, parte de las causas de la Guerra
de la Oreja (1739-1748) está unida a los intereses de este grupo en Jamaica, y
cuya cantidad invertida, ha sido debidamente cuantificada.
Hijo del Sheriff de Ayshire, Watt estudió en la Academia
Kilmarnock y en la Universidad de Ginebra. Luego de algunos intentos como escritor
de temas científicos y director de una empresa eléctrica, se dedicó al comercio
en varias ciudades, como Londres, Liverpool y Glasgow.
Incursionó con éxito como político liberal, resultando
electo al parlamento británico. Ejerció la tribuna entre 1885 y 1892. Su vida
personal fue poco edificante. Maltratador y adúltero, su esposa obtuvo el divorcio
por tales razones. Fue condenado a cinco años de prisión por el intento de
homicidio de su primera esposa en 1905, sólo cumplió un año de condena.
Los informes de geólogos, exploradores y empresarios
mineros que estudiaron las regiones guayanesas, exacerbaron la imaginación de
este singular parlamentario, así como de los medios para convertirse en un
próspero emprendedor, no uno cualquiera. La indefinición de límites con
Venezuela y la actitud dubitativa del gobierno inglés, servirían a unos fines
personales, disfrazados de motivaciones nada patrióticas.
No por casualidad, como comprobaremos más adelante, Watt
se había convertido en el principal abanderado de una violenta ocupación del
territorio esequibo.
La codicia de los buscadores de oro ha encontrado la máxima expresión en el
presidente de la New Chile Gold Mining Company, Mr. Hugh Watt. [1]
El futuro pintaba promisorio para tan insaciable devorador
de mundos. Con tales antecedentes, los accionistas de la compañía New Chile Gold Mining, lo nombraron su
presidente. No sería la única.
El caso de Watt no es aislado. Varios funcionarios
extranjeros tuvieron intereses comerciales en Guayana, atados a un proyecto
político de su país de origen.
Ciudad Bolívar fue un centro financiero y diplomático
muy particular en el siglo XIX, cuando aún mantenía viva la fama de capital
primogénita, y de testigo de una de las más grandes hazañas de la Guerra de
Independencia. En ella abundaban tantos
consulados extranjeros como en la capital del país.
Algunos de los cónsules estuvieron de una u otra forma, vinculados
al negocio minero. Por ejemplo, Joshep Austin, cónsul de Estados Unidos
acreditado en Ciudad Bolívar, quien obtuvo en 1866, una de las más grandes
concesiones jamás otorgadas, y que sirvió de modelo para las siguientes. Por
los acuerdos del 5 de noviembre de 1866 y 12 de mayo de 1867, la concesión
Austin podía formar hasta 10 compañías mineras, con 40 minas por cada compañía,
y una extensión de 10.0000 m2 por unidad de explotación.
Keneth Mathinson Makensie, procedía de Escocia. Había
sido oficial británico. Participó en la primera expedición del Generalísimo
Francisco de Miranda en 1806. Posteriormente, hizo vida en la colonia inglesa
de Trinidad, donde prestó servicios hasta 1840, año en que se trasladó a
Angostura. Allí se casó dos veces. Se desempeñó como cónsul inglés en la
mencionada ciudad, hasta su muerte en 1886.
Mathinson escribiría al Ministerio de Relaciones
Exteriores, el 26 de abril de 1867, la urgente necesidad de encontrar una
solución al conflicto fronterizo por los recientes descubrimientos entre los
ríos Orinoco, Cuyuní y Caroní.
Años más tarde, serviría como fuente autorizada, para
recomendar las acciones de la compañía Callao
Bis como una inversión rentable (1881).
Podemos seguir exhibiendo ejemplos, pero sólo pretendemos ilustrar el tema de funcionarios extranjeros y sus actividades comerciales.
Las compañías free-standing
Gran Bretaña se regía por el patrón oro desde 1821. El
resto de los países siguieron el ejemplo, y abandonaron el referente
bimetálico. Pero como las cosas en Venezuela, se desarrollan por alguna razón,
con una lógica contra la corriente, el gobierno hizo lo propio con unos cuantos
años de retraso, en 1901.
Las entidades comerciales free-standing se diferencian de las transnacionales, por su fuente
de financiamiento, que es el mercado de valores doméstico, e inician
operaciones exclusivamente en el territorio objeto de su interés, manteniendo
unas pequeñas oficinas en el país de origen.
La inmensa mayoría de las compañías formadas para
explotar el oro de las minas del Yuruari, fueron de ese tipo.
Las free - standing
ofrecían ventajas a los inversionistas. En primer lugar, las leyes que la
regían era las inglesas, protegiéndolos de cualquier medida legal tomada en
Venezuela. En segundo lugar, la denominación accionaria era emitida en libras
esterlinas, de fácil permuta, intercambio e incremento de capital, en el
mercado bursátil londinense.
Veintinueve compañías Free – Standing realizaron operaciones en las minas de oro
venezolanas entre 1879 y 1894, con una inversión total que, según las fuentes
venezolanas, no fueron superiores a los 4 millones de pesos. Otros autores
hablan de 13.1 millones de libras para el mismo período. Esto debe ser objeto
de mayores investigaciones, porque a juzgar por los montos de participación
accionaria presentados por las compañías, nos indica una cifra más cercana a la
primera.
El capital invertido para la conformación accionaria de las compañías mineras en la Guayana del siglo XIX, era en su mayoría, de origen extranjero. Veamos el siguiente cuadro:
Cuadro I Compañías y origen (1891) |
||
Compañía |
Origen |
Concesión (Hectáreas) |
El Callao |
Venezolana |
2.353,20 |
New Potosí |
Inglesa |
2.125,65 |
Venezuela – Panamá |
Inglesa |
1.279,49 |
Callao Bis |
Inglesa |
279,47 |
Bolívar - Hill |
Francesa |
279,47 |
La Concordia |
Venezolana |
441,92 |
El Choco |
Inglesa |
160 |
Tigre |
Inglesa |
617,74 |
La Unión |
Venezolana |
574,76 |
Santa Rosa |
Venezolana |
518 |
San Salvador |
Venezolana |
279 |
Nueva Hansa |
Venezolana |
215 |
La Eureka |
Francesa |
168,39 |
Chile |
Inglesa |
573,79 |
Austin |
Inglesa |
341,41 |
Independiente |
Inglesa |
|
San Luis |
Venezolana |
92 |
Victoria |
Inglesa |
600 |
Alianza de Cicapra |
Venezolana |
1.029 |
El 47% de las compañías era de capital inglés, 11%
francesa.
El 42% de las compañías mineras eran en teoría de origen
venezolano, pero con mayoría accionaria extranjera. Si nos detenemos en cada una,
y estudiamos su historia accionaria, comprobaremos lo afirmado.
Un caso particular es la más grande de ellas, la
compañía El Callao. Sus principales accionistas representaban a las firmas Baring Brothers (inglesa); Rotschild Freres (francesas) y Sprink (alemán).
Se repartieron en concesiones, unas 11.922 hectáreas, de
los cuales, el 52,9% correspondieron a las compañías inglesas.
Los venezolanos, que habían obtenido concesiones, en su
mayoría vinculados al gobierno de turno, en general viajaban a Londres, donde
ofertaban en la bolsa de valores, las acciones de las compañías recién creadas.
Muchas fueron las compañías que fracasaron antes de
1891, aún sin haber iniciado operaciones
En 1881, sólo las compañías El Callao, Mucupía y Nueva York y Potosí obtuvieron resultados extraordinarios. Las causas de los pocos rendimientos del resto fueron variadas. Básicamente están referidas a expectativas infladas por la propaganda, la especulación financiera, la falta de capital suficiente para las inversiones iniciales, los retornos de beneficios a mediano y largo plazo. En pocos casos se debieron a la pobreza de las minas.
Los intermediarios
Generalmente los negociadores de terrenos, concesiones y ofertas públicas iniciales eran empresas privadas de inversiones no registradas en la bolsa de valores. Private investors Association Ltd, y Mines Investment Asociation Ltd, figuraban como unas de las más destacadas en aquellos días.
La contraparte venezolana
Estaba asociada a los capitales e inversores ingleses en
el negocio minero. Formada por agraciados con concesiones, y propietarios de
tierras sujetas a explotación. Encontraremos a figuras cercanas al presidente
Guzmán Blanco, como José María Rojas.
José Rojas Espaillat (1828 - 1907) fue un hombre público
venezolano con méritos académicos de nombradía, y varias actuaciones
diplomáticas a favor de los derechos de Venezuela en el Esequibo.
Compañero de estudios de Antonio Guzmán Blanco, con
quien cultivó una larga amistad de suerte diversa. La hermana de Rojas se había
casado con Henry Boulton, el presidente de la firma de su nombre, que tenía el
monopolio en la importación de harina desde los Estados Unidos, e intereses en
líneas de transporte marítimo, ferrocarrilero, la banca privada, entre otras,
además de sucursales en la mayor parte de los estados. Dueño de extensas
haciendas, como la de San Bernardino, que luego traspasó a su yerno Vollmer.
Boulton poseía el 30% de las acciones de la General Credit & Finance Company de
Londres, la que concedió el famoso préstamo de 1.500.000 libras esterlinas,
gestionadas por Guzmán Blanco (1862-1863). También sirvió de agente de
Venezuela para otro préstamo a cargo de la Baring
Brother, por 1.000.000 libras. Ésta
última sería uno de los grandes accionistas de la empresa minera El Callao.
Rojas había sido el director de la empresa Almacén
Rojas, de origen familiar, y de la sucursal de la Guaira de la H.L., Boulton
& Co (1857-1870).
Acompañó a Guzmán Blanco en la gestión del empréstito
del gobierno surgido de la Guerra Federal (1863). Resulta evidente la relación
entre Boulton, Rojas, Guzmán Blanco, las mencionadas firmas londinenses, y el famoso
préstamo al nuevo gobierno federal, y que tiene toda una historia.
Ministro plenipotenciario en varias capitales europeas,
destacó la ejercida en Londres, como agente fiscal de Venezuela (1876-1878). Negoció
la construcción del ferrocarril Caracas - La Guaira, llamado también el
ferrocarril inglés.
Sirvió como promotor, vendedor, abogado, y fuente
autorizada para inversores, en la transacción de la Callao Bis y la concesión Sosa - Méndez en 1880. Fue dueño de
concesiones mineras, como la otorgada en 1867, sin que podamos profundizar más,
en su cartera total de inversiones.
En este mercado persa de intereses comerciales y deberes
estatales, sobresale Antonio Guzmán Blanco, quien no podía dejar sus manos
quietas sobre el dinero que era producido por las actividades del Estado.
Guzmán Blanco tenía entre otros intereses, participación
accionaria en el monopolio de la firma Boulton sobre la importación de harina, y
del transporte marítimo en la región occidental del país.
También poseía desde 1884, acciones de la compañía El
Callao por la nada despreciable cantidad de Bs. 164.125. A partir de 1887, obtuvo
un aproximado de 26 concesiones de oro en los terrenos del Yuruari.
Si consideramos el hecho de que la compañía El Callao
había ampliado su capital accionario, de los iniciales Bs. 120.000, a Bs.
1.200.000, entonces nuestro ilustre presidente poseyó cerca de un 14% del
total.
Esto quiere decir, que para el momento en que la
compañía repartió beneficios históricos en 1886, por Bs. 11.012.400, el
equivalente a 2.363.175,96 libras esterlinas, Guzmán obtuvo 330.844,6344
libras, una cifra fabulosa. Si añadimos los obtenidos en los otros años fiscales,
sumaríamos mayor indignación.
El Ilustre
Americano contaba además con los beneficiarios habituales: familiares, cercanos
y deudos políticos con participaciones comerciales promovidas por el Estado. El
caso del general zuliano Venancio López del Pulgar, es digno de mención.
Venancio Pulgar forma parte de esta ecuación difusa entre
el regionalismo cansón, los levantamientos al menor signo de ofensa, buenos
propósitos, y los bolsillos propios.
Al igual que Rojas, su relación con Guzmán fue compleja.
Lo cierto es que ayudó al caudillo caraqueño a consolidarse en el poder entre 1870
y 1873. Pulgar fue nombrado en distintos cargos, y beneficiado con grandes privilegios.
El que nos llama la atención, es el contrato celebrado
con el ejecutivo nacional el 12 de mayo de 1881, como recompensa por la
pacificación de Ciudad Bolívar, levantada por Pío Rebollo en 1881.
La singularidad de este contrato es que se le otorgó a Pulgar,
el privilegio para explotar por noventa y nueve años, todas las minas de
cualquier naturaleza descubiertas o por descubrir en Guayana, a excepción de
las que se encontraban funcionando.
Sin recursos para tan ambiciosa empresa, junto a su hermano,
se trasladó a Londres, y formó la compañía minera Guayana Limited.
La prensa de la colonia guyanesa tuvo conocimiento de
tan impresionante concesión, y apuntó las baterías sobre el caudillo zuliano.
Algunos accionistas y dueños de minas habían obtenido
pobres ganancias en aquellos días, de tal manera que buscaron un culpable y se
aliaron al diario The Truth, que criminalizó al general Pulgar, señalándolo
con unos defectos repulsivos no a los moralistas ni a éticos victorianos, sino
a los muy volubles inversionistas, seguidores del llamado sentimiento del mercado.
Pulgar fue calificado de asesino, pirata, extorsionador de dueños de minas para hacerse con sus
propiedades, entre otras. En estas descalificaciones, el país no se salvó
del desprestigio.
Tierra que no puede ser cultivada por europeos y unas minas metalíferas que
nunca producirán nada. [2]
Con semejante campaña, Pulgar no consiguió los
inversores dispuestos a colocar el capital de riesgo, de manera que el 9 de
septiembre de 1883, parte de la concesión fue negociada con el estadounidense
Cyrenius C. Fitzgeralt. Éste formará la Manoa
Company Ltd. Ese mismo año, Fitzgeralt firmaría un contrato con el gobierno
nacional para establecer colonias agropecuarias y mineras en el Yuruari.
Fundamentado en lo anterior, podemos quedarnos con esta función predicativa del concepto:
1 Funcionarios venezolanos y el mismo jefe de Estado, obtuvieron ventajas comerciales en la región del Yuruari, que se convirtió en parte de la zona del conflicto territorial. |
w1 |
|
W
|
2 Existe una relación entre capitalistas establecidos en Venezuela, funcionarios públicos, gobernantes, y delicadas operaciones financieras realizadas con el aval del Estado. |
w2 |
||
3 La mezcolanza entre intereses particulares y estatales, redujo la capacidad del gobierno para relativizar, los efectos de las infundadas reclamaciones en la zona de conflicto. |
w3 |
||
4 El prevaricato local abrió la posibilidad a la prensa sensacionalista, para socavar el prestigio del Estado y de su gobierno, debilitando la posición del país. |
w4 |
Entendemos por W, que los intereses
personales en la zona de conflicto obraron en detrimento de los grandes fines
del Estado, de acuerdo con los judicativos w1, w2, w3,
y w4 .
La codicia como valor de verdad
De una u otra forma, los ingleses se quedaron con la
mayor parte del oro venezolano.
Entre 1875 y 1880, las minas venezolanas produjeron un
total de Bs. 123.450.000. Otras fuentes aseguran que entre 1866 y 1890, las
minas produjeron Bs. 209. 224. 598,38 sobre la base un total de 70 toneladas de
oro exportadas, sin contar con el contrabando, de no menor consideración.
Si establecemos una equivalencia entre bolívares y
libras esterlinas sobre la base del patrón oro, encontraremos que el cambio
oficial de la libra con respecto al oro en 1890, fue de 20,67 libras esterlinas
por onza, fecha que tomaremos como referencia.
En el mismo orden de ideas, a pesar de que en Venezuela
no regía el patrón oro, éste tenía un valor de 96,47 bolívares por onza. De tal manera que la convertibilidad
aproximada era de 4,66 bolívares por libra esterlina.
Esto significa que las minas de oro venezolanas
produjeron unas 44.897.982,49 libras esterlinas entre 1866 y 1890, de los
cuales más de un 90% aproximadamente fueron a parar manos de los tenedores de
oro físico de Londres, París y los Estados Unidos, entre otros. En muy alto
porcentaje a los primeros mencionados.
Si tomamos los Bs. 123.450.000 producidos por la exportación del oro entre 1875 y 1881, encontraremos que la ganancia en libras fue de 26.491.416,31, distribuidos de la siguiente manera:
Cuadro II Ganancias por el oro en libras esterlinas (1866-1890) |
||
Ganancias totales |
Ganancias de los tenedores de oro físico |
Ganancia de los accionistas |
26.491.416,31 |
15.976.394,81 |
10.515.021,5 |
Pero vayamos a mayores detalles. Tomemos como referencia las minas del Callao.
Cuadro III Compañía El Callao |
|
Total de onzas (1871-1890) |
1.320.929,09 |
Total de ganancias en libras esterlinas (1871- 1890) |
27.263.968,9 |
Total de ganancias (1875 - 1886) |
21.761.956, 4 |
Ganancias tenedores de oro físico (1875-1886) |
11.956.849,1 |
Ganancia accionistas (1875 - 1886) |
9.805.107,3 |
Sólo en 1886, la compañía El Callao pagó 2.363.175,96
libras esterlinas en dividendos. Como se puede notar, un enorme porcentaje de
las ganancias totales producidas por la exportación oro, procedía de las minas
del Callao.
Con abultadas ganancias, obtenidas de una manera
relativamente fácil, con una tecnología primitiva, que sólo extrajo los filones
que no requerían mayor procesamiento, dejando una buena parte por perdido, lo
que implicó inversiones poco cuantiosas, es fácil determinar que la codicia, la
fascinación por mitos hechos realidad, la afiebrada imaginación y el deseo de
especulación, fueron la esencia motivacional, de las reclamaciones británicas y
sus posteriores consecuencias.
La codicia es parte de la emocionalidad humana, medible
en este caso, y con cualidades de reiteración y consecuencias, por lo que, como
hemos indicado, podemos asignarle un valor real.
A partir de la codicia como verdad de valor real, podemos hacer varias propuestas conceptuales, una de ellas, es que la competencia por las minas más provechosas, entre funcionarios venezolanos, políticos ingleses e inversionistas, iba a ser proporcional a la capacidad de prevalecer sobre el contrario, e iba a ser dirimida a favor del que tuviera mayor poder de fuego para hacer valer sus pretensiones, y no del que tuviera mejores argumentos, recursos retóricos, o leyes más justas.
Los resultados
Se considera que parte de las inversiones realizadas en
las minas venezolanas, no produjeron las ganancias esperadas, según algunos
autores más severos, casi todo se perdió.
La compañía que presidía Hugo Watt fue creada en 1887, con
anteriores explotaciones, como la concesión Unda. Algunas de ellas no tuvieron mayor
rendimiento. Su puesta en marcha coincidió con el fin del ciclo del oro
venezolano.
El caserío minero de Chile, al igual que los denominados
Perú, Chocó, Panamá y otros, estaban ubicados en el distrito Nueva Providencia,
en los campos auríferos de Caratal, al sur del Yuruarí.
La explotación Chile, tuvo una extensión de 573
hectáreas. Empleaba 500 mineros y 40 trituradoras. Su rendimiento fue de unos
730 Kg y 2.087 gramos entre 1870 y 1890. Cerró operaciones en 1894.
Las noticias sobre las fabulosas ganancias obtenidas por la producción minera del Callao, incitó una codicia desmedida, caos, desinformación y ofertas fraudulentas de nuevos yacimientos, condiciones ideales para especuladores habilidosos, con la capacidad de Watt. Se estimaba en ¾ de onza de oro por tonelada, el gasto estimado de explotación, sin contar la excesiva inversión inicial en el transporte de maquinarias.
El oro era embarcado en grandes cajas, cubierto con
sacos de lonas y flotadores en caso de naufragio. Luego de un arriesgado
traslado en mulas, famosas por su precisión, o de carretas tiradas por bueyes, salía
del puerto de las Tablas (actual San Félix), rumbo a Trinidad, y de allí hacia
las grandes capitales.
Minas como las que controlaba la compañía El Callao,
podían extraer hasta 5 onzas por tonelada, una cifra que superó en ciertos
momentos, los rendimientos de famosas explotaciones en Australia, Nueva Zelanda,
Sudáfrica y California.
Tales rendimientos distorsionaron el mercado de valores,
y las expectativas de ganancias del resto de las compañías.
En este interín, Hugh Watt reorganizó la compañía,
haciendo una oferta pública de acciones comercializadas en la bolsa de valores
de Londres, que sumaron un total de 1.000.000 de libras esterlinas, una
cantidad exagerada si la comparamos con el capital inicial de otras
explotaciones.
Las acciones sobrevaloradas fueron el producto de la
actividad especulativa, y el caso de la New
Chile no fue atípico.
Minas como las pertenecientes a la compañía Potosí,
fueron consideradas en su momento, sobrevaloradas por analistas serios, que
también existieron, y que actuaron con responsabilidad.
La burbuja financiera del oro se había creado sobre el
mito de las minas venezolanas.
La repartición de dividendos anuales entre las compañías
mineras establecidas en Venezuela era el evento más esperado. Tales
expectativas no se cumplieron para la compañía New Chile.
Watt se las arregló para convencer a los accionistas, en
disminuir el capital en un 75%, y soportar tales pérdidas con promesas a
futuro.
Con tan pobres resultados, Hugo Watt arreció contra el
gobierno venezolano. Deseaba para sí y para los suyos, los filones del
Territorio Federal Yuruari, creado precisamente para frenar el avance inglés, y
cuyas ganancias disfrutaban en parte, nuestros gobernantes. Una contienda entre
pillos.
Watt sólo podía ganar la partida, convenciendo a su
gobierno, para que se embarcara en una invasión en toda regla.
De tal manera que, en adelante, veremos a un Hugh Watt
ataviado como tribuno de vestiduras rasgadas, entre el Parlamento y
conferencias concurridas, abogando por la anexión de las regiones del Yuruari y
de poblaciones venezolanas como Upata, El Callao y Guasipati.
Los argumentos de Watts mantienen esa rara simpleza,
útil aún en tiempos modernos:
1. La protección de sus conciudadanos, e inversiones, a los que denominaba público inglés, un puñado de ricos comerciantes.
2. El despotismo del gobierno venezolano, del que había que librar a los pobres ciudadanos ingleses, que trabajaban en sus minas.
3. La exagerada carga impositiva venezolana, que impedía el libre comercio y hacía rico a sus innombrables jefes.
El legado dejado a Venezuela
Los distritos distribuidos en campamentos desordenados
de techos de paja, bahareque, socavones e inmundicias. Quincallas, pulperías,
licor, traficantes, delincuentes, y busconas, el legado de progreso del
imperialismo parasitario, y de un gobierno subsidiario y hedonista.
Tal vez lo más grave sea lo no cuantificado. Se calcula que cada compañía minera consumió un aproximado de cien tareas de madera diaria para mover las máquinas de vapor que trituraban el cuarzo. Cada tarea son dos metros cúbicos de madera. Las consecuencias sobre nuestras selvas no merecen mayores explicaciones.
[2] The Truth, “Carta enviada al editor del periódico por T. Morris Perot, presidente de la South American Mining Company of Philadelphia, 28 de julio de 1881, Almécija Bermúdez, La estrategia imperial británica…,pp. 138.141.